jueves, agosto 30

ayer.

Ayer no fue un día ordinario. Si bien me había quedado en casa sacrificando 2 clases de ese día versus la posibilidad de quedarme dormido hasta muy tarde y no tener que preocuparme de cómo volver, lo cierto es que desde las 10 de la mañana estaba pegado en la radio y luego al almuerzo a la tv para saber lo que sucedía.

A ese respecto alguna vez lo dije, pero no está demás repetir para que usted lo sepa: yo le creo a la radio, crecí con ella, en cambio a la tv le creo poco y nada, o sea ¿alguien le cree al informe del tiempo?


Pero no es de eso que quería reflexionar, sino de otra cosa: ayer el gobierno junto con la sabida condena a los actos de violencia (que no justifico pero entiendo en varios casos tienen fundamentos más sicológicos y sociales, que al final son responsabilidad de quienes gobiernan y diseñan políticas para ciertos sectores “postergados” de la sociedad (que asco esa palabra en este contexto)), también se dedico a hacer causa común con un sector de la sociedad que “tiene el derecho a desplazarse tranquilo y acudir a sus lugares de trabajo si así lo han elegido en lugar de protestar”.

Ahora yo me pregunto con la misma ingenuidad que el gobierno dice esas cosas: ¿hay alguien de verdad que eligiendo ir a trabajar no tuviera razones para estar en la calle?... de otra forma: ¿hubo alguien ayer que vio opciones y dijo, no mejor voy a trabajar en lugar de protestar porque (insertar razón, motivo, causa o circunstancia)?



Ahí fue cuando me reí, porque pensé en cuanto empleado u obrero en este país existe que no tiene derecho a la más mínima sindicalización y que no tiene otra opción que ir a trabajar. Hay gente que jamás ha conocido un sindicato y creen que eso es cosa de upelientos o de comunistas en la época de Allende. Nos acostumbraron así. En 17 años y una generación completa es perfectamente posible. Cuando trabajé de chico hamburguesa durante mi juventud bastó que alguien dijera sindicato para que fuera trasladado, apartado y finalmente despedido por alguna causa que fue instigada. A mi casi me pasó también pero creo que fui más pillo. En realidad sabía un par de cosas más de legislación laboral que mis compañeros.

La cuestión es que la gran masa no elige. Toma lo que se le ha impuesto y acata, muda, y con actos de rebeldía o catarsis contra los propios. ¿O me van a decir que ha habido un movimiento ciudadano fuerte por el Transantiago? Nadie se queja, y ayer alguien salió orgulloso diciendo que había “pasado una prueba”. Es ese país de gente mecánica que me avergüenza, la vieja de las bolsas al lado del hueón que alega en voz baja todo el viaje. El que termina empujando en el metro o el pendejo que sale a tirar piedras porque nadie le ha enseñado como hacer las cosas y luego lo condenamos cuando es una consecuencia de los más grandes que nunca hicieron ni supieron hacer nada tampoco.

La democracia es una palabra que se les sale cuando deben ir a hacer una raya a alguna parte y olvidan que pueden exigir responsabilidades por el poder que delegan en unos pocos.

Señoras y señores, el gobierno olvido decir ayer que ya hay un gran grupo de gente sometida a la imposibilidad de elegir. Esa misma gente que no eligió que en 2003 le bloquearan las calles Marinakis y sus mafiosos. Y ante la amenaza evidente de alguien con una cuota de poder solidarizó con el de al lado.


Hoy los muestran como un grupo de exaltados por ir contra el gobierno elegido democráticamente. El gobierno no es carta blanca. Y con Lagos se nos olvidó eso. Que la libertad no se supedita al estado de derecho en sentido estricto, cuando este estado de derecho está vulnerando las garantías que ha declarado o no las lleva a cabo. El derecho a levantar la voz es completamente legítimo y esperable.



El otro día en un viejo Clinic leía acerca de Sandra, que eligió a los 52 años ser quien quería ser luego de haberse casado, haber tenido 3 hijos y trabajar con buen puesto y sueldo en un banco. Suena de locos haber abortado una vida casi perfecta. Sandra era hombre. Y luego de ayer entiendo más cosas que antes acerca de la libertad y entendí por que se me hizo un nudo en el estomago cuando leí su historia con Pedro mientras tomabamos un café ahí cerquita. Me cuestioné que tan libre me siento yo en relación a la paz mental de la que ella habla. Honestamente me falta, a pesar de haber logrado inmensos avances en este último tiempo y pienso en mucha gente que no dará ningún paso por miedo.

Pero ya me alargué demasiado con este post, así que lo del miedo lo hablo después.

buenos días.
(fotos cortesía de emol)

2 comentarios:

Juano dijo...

Estoy bien chato de estas manifestaciones, de los pingüinos, del combatiente, de los hiphoperos y de todos los que en su acto catártico se permiten dejar la ciudad pa la escoba.

Es un cuento social, reividicativo, cultural y consecuencia de la historia, las circunstancias y cuanta payasada más... todo eso, me da (a ratos) lo mismo (no lo puedo negar).

estoy chato igual, y siento sinceramente que los medios tienen la culpa de todo, como la subida del pan, que de tanto anunciarla creo sinceramente que la provocaron.

Slds

Camiyo dijo...

Tienes mucha razon respecto de que la gente no "opto" por ir a trabajar v/s protestar... teniendo de todos modos motivos. Creo que en realidad no fueron porque NO LES INTERESA.

Lo del Transantiago es clave... NADIE -me incluyo- reacciona frente a eso, me imagino que pasaría al otro lado de la cordillera frente a un TransBuenosAires (bueno, alla hicieron q un presidente arrancara en helicoptero) Acá nos limitamos a refunfuñar por detrás y llegar amargados a casa, esperando que el/la señor/a presidente/a nos solucione la vida y nos diga qué hacer.

Puede ser cierto q los 17 años acostumbraron a la gente a creer que la protesta era mala y sucia, pero aun así, creo que en esa época había un motivo claro y una demanda específica. Hoy no la hay.

Bue, da para largo, jaja.

Saludos!