martes, septiembre 20

Post-18


La última vez que volé un volantín tenía 13 años. Era morado completo y recuerdo que lo elevé desde la puerta de mi casa. Llego muy, pero muy arriba y me sentía orgulloso de ello. Eso cuando tenía 13.

Ayer quise demostrar que podía tener algo de vigencia el asunto. Cuando los tirantes me quedaron mal, desistí inmediatamente, humillado antes de luchar y partí a comprar un cometa, esos que son a prueba de tontos y vuelan solitos. La humillación fue peor.

Llegamos al parque a eso de las 3, mi hermana estaba literalmente eufórica y al primer intento, se va de pico el asunto este y no quiso volar. los intentos sucesivos fueron frustrados, el viento llevaba mi cometa hacia la izquierda, arremetiendolo contra los arboles contra los que NO quería enredarme. Punto final, cometa enredado, roto de un costado mientras una niña de 4 años a mi lado eleva feliz la suya que se mece suave con el viento. Para empeorar las cosas, el cometa tenía una sonrisa estampada que a estas alturas me parecia diabólica.

En definitiva, solo me fui a casa, tome mis cosas, mi hermana hace rato estaba en los juegos sin que le importara mi revancha contra ese pedazo de plástico. Para ella era más importante el "tiburón" que simulaban y los rodeaba en su barco de resbalines y columpios y se quedó con mi madre que no paraba de reírse de mi. Volví a salir y caí en casa de Ric, un viejo amigo que tenía una suerte de post-fonda, donde Eugenio, su mejor amigo, elevaba inutilmente un volantín. Rompió 3. Preferí la botella de vino, la carne y el baile pensando de que como las pensiones familiares, las espinillas y las dudas existenciales del tipo "nadie me quiere", elevar volantín es algo que también se pasa, y que ayer, como los viejos "loleros", intentaba inutilmente sumarme a la manada que feliz hacía lo suyo mirandome con cara de imbécil y yo sin darme cuenta a pesar de que el cometa se burlaba en mi cara todo el rato.

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