martes, septiembre 27

so why don't you kill me?


1999, no recuerdo el mes.

Mis clases de Educación Física eran tarde. Muy tarde. De 6 a 8.30 p.m. Y generalmente los que no aguantabamos nos escapabamos antes o simplemente nos quedabamos vagando por los pasillos del colegio en busca de algo más interesante que hacer (a esa hora, encerrado, difícil. Pero uno no piensa a esa edad en esas cosas, el objetivo principal de huir de clases estaba cumplido).

Sin embargo, existían excepciones como para los controles en los que había que estar sí o sí. No tenían nada de divertido como de extenuantes y es que a pesar de que antaño practique algun deporte, una lesión a mis 16 truncó en un sedentarismo patológico mis aspiraciones de bienestar físico. Lo único divertido (y sonara sospechoso lo que diré) era la hora de bañarnos en los camarines. Era como el momento de explosión colectiva en que la víctima de las bromas de la ocasión podría haber terminado llorando y luego hubiese pensado que no era tan descabellado salir así de damnificado. Claro que las risas se imponían y los gritos y burlas contra el profesor (que corría menos que nosotros) eran pan de cada semana. La rutina era típica: llegar exhaustos, exhalar el cansancio un poco, desnudarse, bañarse y cambiarse de ropa. Todo matizado por nuestras diatribas, alguna pelea hubo también, sobretodo cuando tomabamos la ropa interior limpia de alguno de nuestros compañeros para lanzarla a las duchas. Proeza de la que generalmente nadie se hacía responsable y por la que todos, creo, pasamos.

Y claro... alguna torpeza. Esa que nos hace sentir que el mundo no nos quiere y que un escupitajo final no nos vendría mal de corolario. La mía fue de antología y fue consignada en el anuario de mi curso. La canción de Beck (cuyo extracto titula esta suerte de crónica) sonó en mi cabeza días completos hasta que salí del colegio. Hoy aún suena y es el motivo para relatar este tipo de cosas, exorcizando antes de atentar contra mi integridad.

Estabame duchando cuando por alguna estúpida razón que ya no recuerdo, salí de las duchas sin haber finalizado. No terminé de llegar a mis cosas cuando el jabón me alegó y provocó mi caída estrepitosa, sonora, y obviamente muy caricaturesca al más puro estilo animado delante de todos mis compañeros. Lo que vino después ya lo supondrán. Carnaval de gritos y bromas sobre mi y lo único que pude haer, sintiéndome humillado por mi propia estupidez, fue sonreir el hematoma que me quedó en todo el muslo y que no fue para más.

Y claro, hasta hoy me lo recuerdan mientras esa banda sonora de mi vida en alguna parte fuera del set donde actúo reproduce: "soooooy un perdedor, I'm a loser baby, so why don't you kill me". ¿Himno? El de muchos, me incluyo. Ya lo verán.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Carlitos: Beck (y esa canción en particular) es parte de mi banda sonora, sobre todo cuando estaba en el colegio. Aunque estuviera en el equipo regional de volleyball, siempre me sentí ( y me siento) un perdedor.

Anoter looser (the big L)

Anónimo dijo...

me equivoque... another looser