Hay una canción de Sigur Ros (banda que si no ha oido de ella le recomiendo a ojos cerrados y con manos al fuego) que se titula como esto, o creo que dice un buen comienzo. El asunto es que este blog colegial, da por finalizado sus tres meses de vacaciones para recuperar terreno perdido, tratar de hablar de todas las cosas que rondaron por mi cabeza en el último tiempo y que no pude concretar en el papel virtual. Creo que ha sido un periodo turbulento y no en un sentido tortuoso, sino que relacionado a la cantidad de cosas que he hecho durante estos meses, nada exhuberantes pero si suficientemente variadas y con las que tuve que tener los ojos bien abiertos.
Hoy en la mañana pensaba en eso cuando nos veníamos de Maitencillo (con el gentil auspicio del amigo Pablo) y sentí la necesidad de correr hacia la orilla y grabarme una imagen fuerte marcada en la retina sobre los últimos días (aprendí a jugar canasta, algo que me enorgullece de una forma bastante infantil y agradable) y aunque apenas fui una sola vez a la playa en este tiempo, tenía al mar tan tan tan cerca, que no sentí la necesidad de volver porque siempre estuvo ahí. A una escalera de distancia y a un ojo en la ventana. Con un viejo amigo alguna vez conversabamos recien conociendono acerca de ese magnetismo que provoca la inmensidad del agua y sentirla me produce una sensación de renovación y de tranquilidad que recarga mis energías para seguir en lo mío con más fuerza.
Ahora que estoy de vuelta en Santiago y de haber amanecido días en los brazos de P. (oh dios! que cosa tan gratificante para el espíritu) debo concentrarme nuevamente en mis causas (seré al fin del semestre un experto en derecho de familia, aunque no me importa mucho el tema convengamos), mis clases, el comienzo de mi memoria, regresar sobre las lecturas extraviadas y comenzar otras nuevas, dejar de arrepentirme de lo que dejo de hacer y sólo dejarlo pasar, procesar el verano, la experiencia de Lyon, los días de frustracion cesante y los de relajo, las salidas, los amigos, las familias nuevas que nacen, y otras que se consolidan (haber ido a un matrimonio, saber de otro y la alegría de un tercero no es menor en significado) me hacen sentir distinto, me hacen sentir un poquito más grande, y P... no podría describir que pasa en mi cabeza cada vez que le miro, lo mal que me siento si lo hago enojar, lo mal que me siento si me hace enfadar, lo feliz que soy en su compañía, la intensidad de las cosas y ver que el 1,66 años que llevamos ha sido crecer, crecer y crecer. Esa es otra de las cosas de las que me siento plenamente orgulloso, el sentir que tengo algo medianamente cimentado (porque esto de construir creo que jamás se detiene), que hay un montón de tiempo y cariño invertido, que tenemos mucha gente alrededor que nos quiere y nos desea lo mejor, entre otras tantas cosas.
Terminamos por fin, luego de meses de ver Six Feet Under, las cosas no permiten que nos enclaustremos el fin de semana completo en pijama y con pizza a devorar temporadas completas pero la paciencia tiene su premio y estoy satisfecho de esa genialidad a la que regalamos horas completas por capítulo. Ellos terminan al poner stop al dvd, y creo que yo comienzo una nueva temporada, con nuevos desafíos, con nuevas cosas que aprender y asimilar, quizás nuevos amigos (me intriga y me incomoda no ponerles cara y cuerpo a varios que rondan por acá, pero eso es una de las cosas que hablaré luego), en fin, la entrega siempre es irregular, pero está.
Espero que este refrito les sirva de inicio y si quiere entender de forma fácil como me siento, yo le digo que, fuera de un par de achaques no propios de la edad, estupendamente bien.